(Continuación de la conferencia La Alfabetización Científica, una revolución pendiente en la enseñanza)


Test de Popper que separa la ciencia de la pseudociencia

Avances en el entendimiento de la construcción de la ciencia

Y como el aprendizaje es semejante al proceso histórico del descubrimiento, se vio la necesidad de estudiar cómo se crea la ciencia para conocer sus dificultades y sus escollos, con el propósito de aplicarlos al proceso, paralelo, de la enseñanza. Los resultados más importantes se consiguieron en el campo de la Historia y de la Filosofía de la Ciencia. Gracias a las investigaciones realizadas en ese periodo (por físicos, casi en su totalidad), se concibió una idea clara de la naturaleza del conocimiento, de lo que es ciencia y lo que no lo es, de la forma en que se producen los avances científicos y como propiciarlos, y la forma en que son adsorbidos por la sociedad.

Por considerarlos de gran importancia para la enseñanza de la ciencia, a continuación los describimos brevemente:

Popper y el test para distinguir la ciencia de la pseudociencia.

Karl Raimund Popper se educó en la capital de Austria, en la década de 1920, en un ambiente en el que imperaba el inductivismo de la llamada Escuela de Viena. Él mismo nos cuenta cómo se desencantó de esa idea. Básicamente, el inductivismo considera que las leyes de la ciencia se construyen directamente, de una manera casi automática, a partir de los resultados de los experimentos.

Popper señala cómo tanto los marxistas como los freudianos, explicaban los mismos hechos por medio de sus dos teorías (tan dispares), y ambos concluían que las explicaciones eran las correctas.

Y Popper llegó a la conclusión de que las dos teorías eran suficientemente flexibles como para acomodarse a cualquier situación histórica o de comportamiento humano, dando la falsa sensación de que explicaban los hechos. Popper compara esta situación con la forma, completamente diferente, en que la comunidad científica planteó la comprobación de la teoría general de la relatividad de Einstein. La teoría predecía que la luz, al propagarse, debería sentir la acción de la gravedad como cualquier forma de energía y, en consecuencia, su trayectoria debería curvarse al pasar cerca un cuerpo de masa elevada, como es el caso del sol.

En consecuencia, un observador que apuntase su telescopio a una estrella la vería en posiciones distintas si lo rayos de luz pasaban cerca del sol que si éste no se encontraba en su camino. Eddington, en 1919, llevó a cabo este experimento durante un eclipse y comprobó que los resultados estaban de acuerdo con las predicciones de Eistein y, en consecuencia, la teoría general de la relatividad fue aceptada.

Popper dio al concepto de comprobación experimental una interpretación nueva. Lo verdaderamente importante no era el hecho de que la observación de Eddington implicara la validez de la teoría general de la relatividad, sino que la teoría general de la relatividad era susceptible de ser comprobada. Existía un procedimiento bien establecido, de acuerdo con el cual podía demostrarse que una teoría dada era falsa.

Y Popper empleó esta posibilidad de "falibilidad", como característica esencial que servía para separar las creencias, explicaciones y teorías en dos categorías: científicas y pseudocientíficas. El nuevo enfoque de Karl Popper fue ganando adeptos y hoy la comunidad científica lo toma como el "test" que diferencia, separa y distingue la ciencia de la pseudociencia.

Kuhn y la esencia de los avances científicos.

Thomas Kuhn publicó su libro, La estructura de las revoluciones científicas, en 1962 y le añadió una adenda en la edición de 1970. De la misma manera en que Popper se centró en la naturaleza de una teoría, Kuhn estudió las características que ésta tiene que presentar para producir una revolución en la ciencia. La idea fundamental de Kuhn es la de señalar el carácter revolucionario del progreso en la ciencia, que no consiste en una simple acumulación de conocimientos, sino en un cambio de paradigma científico, es decir, la forma en que los científicos ven la realidad. Podemos ilustrar esta idea si estudiamos la revolución galileana. Hasta el siglo XVII, el paradigma o marco científico era el de Aristóteles, que presentaba el Universo dividido en dos partes de naturaleza diferente, con la Tierra en el centro:

la imperfecta, corruptible y cambiante que llegaba hasta la esfera de la Luna y la perfecto, inmutable e incorruptible, sin movimiento alguno, que se extendía más allá de esfera de lunar.

Pero fueron las interpretaciones que Galileo hizo de las observaciones de Ticho Brahe, elaboradas y digeridas por Keppler, y de las suyas propias empleando el telescopio, las que destruyeron ese paradigma imponiendo la nueva visión que se ha llamado Copernicana, cualitativamente distinta. El experimento crucial, decisivo para este cambio, fue la observación de Galileo del movimiento de los satélites de Júpiter, situado más allá de la esfera de la Luna.

Es un hecho conocido que la comunidad científica (entre otras comunidades) reaccionó violentamente ante ese cambio de paradigma. Podemos citar las palabras de Lord Kelvin a este respecto: "la ciencia avanza porque los científicos de una generación mueren y los jóvenes de la generación siguiente estudian las ideas nuevas antes de contaminarse con las viejas, no teniendo así que pasar por la dolorosa experiencia de cambiar de modo de pensar".

La idea de deconstrucción de Derrida Jacques Derrida entró en la historia de la filosofía en 1966, con una conferencia que pronunció en la Universidad John Hopkins titulada "La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas".

Imagen de las caras en la Copa (Derrida)

Mi particular interpretación de la aportación de Derrida es la de ver en ella una profundización de la idea de Kunh. Derrida proyecta en el ser humano lo que Kuhn ve en la historia de la ciencia, desentrañando la naturaleza de la reacción, siempre contraria y a veces violenta, con que las comunidades afectadas han acogido en casi todos los casos una idea revolucionaria.

Para Derrida, el paradigma es un marco psicológico que, como unas gafas interpuestas entre el pensamiento y la realidad, impiden ver el mundo de una forma nueva. La idea se ilustra particularmente bien con la conocida imagen de la copa y las caras que todos hemos estudiado en la asignatura de Psicología.

El cerebro funciona de tal manera que si vemos la copa no vemos la figura de la cara y viceversa. En el ejemplo de la revolución galileana, podemos supone que la comunidad científica estaba dividida entre aristotélicos y copernicanos, que corresponderían en nuestro ejemplo a "copistas" y "caristas". Sólo después de un periodo de convulsión, donde incluso la inquisición jugó su papel, los "copistas" fueron capaces de "ver" las caras, produciéndose un avance cualitativo de la ciencia, un cambio de paradigma.

Y es que, una vez que descubrimos la presencia de las caras, no podemos explicarnos como podíamos no haberlas visto. Derrida, en su conferencia y obra posterior, expone su idea: lo fundamental en una revolución no es descubrir y construir aquello que es nuevo, sino destruir (él lo llama "deconstruir") el conocimiento erróneo anterior: lo que en enseñanza se llaman preconceptos.

Esta "deconstrucción" solo se consigue por la combinación de experimentos cruciales, como el de Eddington o el de Michelson, con los discursos de un Galileo o un Einstein y , probablemente, con el paso de una generación, como decía Lord Kelvin. Son muchos los ejemplos de esta dificultad de cambiar de paradigma en las actividades humanas. La teoría de la evolución del Darwin, la igualdad entre hombres y mujeres, de las diferentes razas, la injusticia de la esclavitud, etc., son ideas que ahora no extrañan a nadie pero que costó que se aceptasen más que lo que en este momento parece razonable.



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TAMBIÉN PUEDE INTERESARLE CONSULTAR:
  • La naturaleza del conocimiento: los modelos en la enseñanza de la ciencia. (2011).
  • La Naturaleza del conocimiento. Clave para entender el proceso de aprendizaje. (2003).
  • La estructura de las revoluciones científicas. Thomas Kuhn. (2005).
  • La alfabetización científica, una revolución pendiente en la enseñanza (2002).
    Autor: J.M. López Sancho (IFF-CSIC) / El CSIC en la Escuela
    Ilustraciones: David Peña Toribio
    Informe para la Comisión del Senado sobre la enseñanza de las Ciencias y delas matemáticas en España. (2002).
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