Antecedentes del Instituto Torres Quevedo: conclusiones

Tras esta larga exposición, tan solo resta concluir lo que significó este laboratorio-taller para el desarrollo de la ciencia en España durante este primer tercio del siglo.

En primer lugar, no cabe duda que resulta de gran interés no sólo el trabajo en él desarrollado y los distintos aparatos y prototipos que en él se fabrican, si no también como se desarrolla este y las circunstancias en que se produce, ya que dan la medida del desarrollo científico producido en nuestro país en este primer tercio del siglo: permite ver las distintas líneas de investigación en que se trabajaba, así como el nivel técnico en el desarrollo tecnológico. De gran calidad fue el apoyo logístico que presta este centro a un número importante de científicos que hacen los diseños de sus propios aparatos en función de las distintas líneas de investigación que vienen desarrollando. Los aparatos que hoy día se conservan demuestran una gran calidad en su ejecución. Hay que tener en cuenta que aunque Torres Quevedo figura hasta su muerte como Director, la mayor parte de la producción del Laboratorio responde a proyectos que no son de su autoría; aunque hay que subrayar el mérito de haber sabido montar un taller, formar un personal y conseguir el apoyo estatal que hacen de este Laboratorio un lugar esencial para poder entender la política científica española del primer tercio del siglo.

En segundo lugar permite establecer los centros, en su mayor parte dependientes del Estado, con los que el Laboratorio establece relación. Los distintos laboratorios de la Junta (por ejemplo el de Cajal), el Laboratorio de Investigaciones Físicas primero y el «Rockefeller» después, el Museo de Ciencias Naturales o el Laboratorio de Fisiología de la Universidad de San Carlos son, por mencionar algunos, con los que se trabaja en una primera época. Cuando en los años treinta pasa a depender de la Fundación Nacional para Investigaciones Físicas y ensayos de reformas, el abanico de centros con los que pasa a trabajar el Laboratorio se hace mayor, pues a los anteriores hay que añadir laboratorios y seminarios que se forman en las universidades españolas. Esta relación muestra a su vez el acercamiento que se comienza a producir entre dos campos que tradicionalmente habían estado separados, la ciencia y la técnica, y que incluso hoy día es motivo de reflexión: hay quien sigue considerando a la historia de la ciencia independiente de la historia de la tecnología y viceversa.

En definitiva la historia del Laboratorio de Automática ejemplifica los inicios de una política científica. La institucionalización de la ciencia era un proceso que ya se había iniciado en otros países de nuestro entorno; la formulación por parte de los gobiernos de una política de investigación y la aprobación de una legislación tendente a apoyar el desarrollo de esta investigación, así como el creciente uso de la investigación para el desarrollo de la industria, son temas que preocupan a Alemania, Francia e Inglaterra en estos primeros años del siglo. La creación de la JAE, responde a estas mismas inquietudes y el Laboratorio hay que situarlo en este contexto: existe un incremento de las necesidades experimentales que hace que la fabricación en pequeños talleres no pueda atender las demandas de los científicos y soliciten el apoyo estatal para crecer. A esto hay que unir la especialización en los estudios superiores, que requiere igualmente este tipo de instrumentación para la enseñanza. No hay que olvidar tampoco la voluntad de potenciar una producción interna que no solo permita un abaratamiento en los costes, sino que sirva para aglutinar y cohesionar al país frente al desarrollo extranjero.

La llegada de la guerra reforzará esta idea: en la última sesión celebrada por el consejo de administración de la Fundación Nacional, se dice: «el Laboratorio de Automática en estos momentos se ocupa preponderantemente en construcciones de material de guerra ...» (47).
Tras la Guerra Civil el Laboratorio pasa a depender del recién creado Instituto de España como la mayoría de los centros de la JAE y de la Fundación Nacional, y en noviembre de 1939 se crea el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, quedando incorporado definitivamente a esta institución.

Agradecimientos
Nuestro sincero agradecimiento a D. Leonardo Torres Quevedo y Torres Quevedo por las facilidades prestadas para poder acceder al archivo de su abuelo. Así mismo a la Escuela Técnica Superior de Caminos, Canales y Puertos por permitirnos fotografiar el instrumental allí depositado.
Por último a la Dirección General de Enseñanza Superior por la financiación del proyecto APC 96-0192, en el que se inscribe esta publicación.

 




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Museo Virtual de la Ciencia del CSIC / Antecedentes del Instituto Torres Quevedo: El laboratorio de automática
Autores: Roberto Moreno, Ana Romero. Arbor N º616. Tomo CLVI. (Abril 1997).
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