Los seres vivos que necesitan fuentes de elementos orgánicos para obtener energía forman el grupo más numeroso de los seres vivos y reciben el nombre de organismos heterótrofos. De ellos hemos tratado en el capítulo anterior.
Los seres vivos que, por el contrario, son capaces de vivir, crecer y multiplicarse en medios puramente inorgánicos reciben el nombre de organismos autótrofos. Los organismos autótrofos son capaces de producir sus propios azúcares, grasas, aminoácidos, etc., a partir de CO2 y agua o amoníaco (NH3). Entre ellos se encuentran las plantas verdes, de las que nos ocupamos a continuación.
Las plantas verdes son auténticos almacenes de la energía que previamente han capturado del Sol mediante un proceso llamado fotosíntesis.
La acción del Sol permite a los vegetales verdes producir combustible (carbohidratos), comburente (oxígeno) y material de construcción (materia orgánica). Las plantas son el motor de la vida.
La vida en la tierra depende fundamentalmente de la energía solar, que es responsable de la producción de toda la materia orgánica que conocemos. La materia orgánica comprende los alimentos que consumimos, los combustibles fósiles (petróleo, gas, gasolina, carbón), así como la leña, madera, pulpa para papel, inclusive la materia prima para la fabricación de fibras sintéticas, plásticos, poliester, etc.
La cantidad de carbono fijado por la fotosíntesis es espectacular, como lo demuestran las cifras de la producción anual de materia orgánica seca, estimada en 1,55 x 1011 toneladas (con aproximadamente un 60% de la misma formada en la tierra y el resto en océanos y aguas continentales).
Los vegetales también consumen materia orgánica, y toman O2 del aire. El resultado de esta operación es el mismo que en los casos anteriores: obtención de energía y liberación de dióxido de carbono.
El proceso subyacente en todos estos casos se llama respiración celular. Consiste en la oxidación de moléculas de los alimentos, como la glucosa, para formar CO2 y agua. La energía liberada se atrapa en forma de ATP (Adenosin trifosfato) para su uso en todas las actividades celulares que consumen energía.
Este proceso tiene lugar en dos fases: la glicólisis, en la que la glucosa se transforma en ácido pirúvico y la oxidación de éste formando dióxido de carbono y agua.
En conclusión podemos decir que todos los seres vivos, ya sean animales o vegetales, obtienen energía de la combustión de materia orgánica.