La luz y el calor son formas en las que se manifiesta la energía. Aunque existen otras energías en nuestro planeta, la solar es la más importante para la existencia de la vida. Esta energía es, en la práctica, ilimitada.
Pero ¿por qué recibimos energía del Sol?
El Sol está constituido por átomos de hidrógeno, deuterio y tritio en continuo movimiento. Su energía cinética y su temperatura son tan altas que, al chocar los átomos entre sí, funden sus núcleos dando lugar a átomos de helio y desprendiendo gran cantidad de energía. A este proceso se le llama fusión nuclear.
Una pequeña parte de la radiación solar llega a las áreas más externas de la atmósfera terrestre. De ella, una parte aún menor logra alcanzar la superficie de la Tierra.
La energía solar que llega a la atmósfera comprende una serie de radiaciones, entre otras las denominadas ultravioletas, que, siendo nocivas para la vida, son rechazadas (en gran parte) por la capa de ozono. Además de la radiación ultravioleta llegan a la tierra la luz visible (de cuya importancia hablaremos en el siguiente capítulo) y la radiación infrarroja (que proporciona calor al planeta).
Hay varias teorías que intentan explicarlo. De entre ellas, la más aceptada en la actualidad es la teoría del Big-Bang o de la Gran Explosión.
Según ella, hace unos quince mil millones de años, toda la materia contenida en las galaxias actuales se hallaba concentrada en una gran densa bola de gas caliente. En un momento dado esta bola de fuego experimentó una explosión extendiendo su materia por el universo.
Durante la expansión consiguiente (aún hoy continúa) dicha materia se fue enfriando y condensando gradualmente, dando lugar al universo que hoy conocemos.
De esta forma la energía liberada por la Gran Explosión se extendió por el espacio. Podemos concluir que la energía que consumimos proviene del Big – Bang.