El actual Instituto de Química Física Blas Cabrera tiene su origen en el Laboratorio de Investigaciones Físicas creado por la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en 1910. Este laboratorio, al igual que el Museo Nacional de Ciencias Naturales y el Laboratorio de Automática de Leonardo Torres Quevedo, estaba situado en el edificio del Palacio de la Industria en los llamados Altos del Hipódromo.
Siguiendo las memorias publicadas por la JAE el Laboratorio de Investigaciones Físicas se va a estructurar durante los primeros años en torno a cuatro secciones: Metrología, Electricidad, Espectroscopia y Espectrografía, y Química-Física.
A partir de los años 20 se ve que las líneas de trabajo dentro del laboratorio se pueden agrupar en tres: magnetoquímica, obtención de pesos atómicos por métodos físico-químicos y espectroscopia. Estos son los tres pilares en los que se asienta el Centro y cuyos responsables son, respectivamente, Blas Cabrera, también director, Enrique Moles y Miguel Catalán. No hay que olvidar otros dos laboratorios, el de Química Orgánica y el de Química Biológica, dirigidos respectivamente desde 1910 por José Casares y Antonio Medinaveitia, y José Carracito, que aunque ubicados en la Facultad de Farmacia, también forman parte del laboratorio de Investigaciones Físicas.
Esta será la estructura que se mantendrá hasta los años treinta, y en torno a la que se producirá el importante desarrollo que los campos de la física y la química-física sufren a lo largo de este primer tercio de siglo XX. Este desarrollo de la investigación lleva aparejado un gran avance tecnológico que queda reflejado en los aparatos recuperados.
Debido a este crecimiento, pronto comienzan a quedar patentes y a manifestarse las deficiencias de las instalaciones (por problemas de espacio y económicos) que impide llevara buen término las investigaciones.
Todas las carencias del laboratorio van a quedar resueltas con la ayuda de la Fundación Rockefeller, que a través de su programa internacional de la "International Education Board", va a hacer posible la construcción de un edificio "ad hoc" para el desarrollo de la física y la química de nuestro país. Será el día 6 de febrero de 1932 cuando la Junta para la Ampliación de Estudios transfiera oficialmente al estado español el Instituto Nacional de Física y Química, completándose así el proceso de negociaciones llevadas a cabo por José Castillejo, secretario de la JAE, tanto con diversas personalidades de la Fundación Rockefeller que harían posible la llegada del dinero para la construcción y puesta en marcha del edificio, como con las autoridades españolas, en especial Miguel Primo de Rivera, que gestionaría la cesión del suelo para su construcción.
El edificio es singular y único por sus condiciones y características técnicas. Diseñado y construido por los arquitectos Manuel Sánchez Arcas y Luís Lacasa, quienes en 1928 ganaron el primer premio de un concurso al que se presentaron siete proyectos más. Hoy, pese al tiempo transcurrido y al cambio de las técnicas empleadas en investigación, parece ser que sigue cumpliendo con su misión de una manera aceptable. Una vez ganado el concurso, los arquitectos, acompañados de los investigadores Moles y Catalán, recorren por Europa instalaciones similares para recoger, tanto a nivel estructural como de instalaciones, los mayores adelantos entonces conocidos en material de laboratorios para ciencia experimental.
En el Rockefeller, como se pasó a llamar familiarmente el Instituto, a lo largo de los años 30 se siguieron desarrollando las tres líneas de trabajo ya iniciadas en el laboratorio de Investigaciones Físicas, aunque con unas condiciones que facilitaron el desarrollo de la física y la química en España.
Es importante destacar el avance que supone el hecho de que en este nuevo edificio se haya pensado, a la hora de su construcción, en la instalación de un taller propio. El objetivo es el de auxiliar a todas las secciones del instituto con la construcción, ampliación o modificación de los aparatos que en ellas se utilizan. Será el ingeniero José María Torroja el responsable y director del taller.
Todo este proceso se verá quebrado con la Guerra Civil. Tras la guerra y la desaparición de la JAE, se crea el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Instituto de Física y Química desaparece como tal desdoblándose en dos. Se crean los Institutos "Alonso de Santa Cruz" (física) y el "Alonso Barba" (química) (1940-45). El director de ambos Institutos será el Dr. José Casares Gil.
La labor realizada en la sección de Química Física del Instituto "Alonso Barba" decidió a las autoridades del CSIC a su independencia como Instituto: será el 1 de marzo de 1946 cuando se firme el decreto de fundación del Instituto de Química-Física "Rocasolano", en el que se establecen cinco líneas de investigación: electroquímica, química física de los procesos industriales, ambas dirigidas por el Prof. Rius, química física pura, espectroquímica, dirigida por el Dr. Juan Manuel López Azcona, que procedía del instituto "Alonso de Santa Cruz" y química física de los procesos biológicos, procedente de la sección de análisis del Instituto "Alonso Barba" y dirigida por el Prof. Ramón Portillo. Todas las secciones estaban ubicadas en el edificio Serrano 119, salvo la de química-física de los procesos industriales, que desarrollaba sus actividades en la cátedra del Prof. Ríus en la Facultad de Ciencias.
Será importante el impulso y la ayuda que presente el Instituto Rocasolano al desarrollo de la investigación de la Química y la Física en las distintas universidades españolas durante los años 50. Así se crean secciones del Instituto: en Barcelona las secciones de Electroquímica y Coloidequímica; en Santiago la de Química Física (donde el Prof. T. Batuecas realizó sus investigaciones sobre pesos atómicos) y la de Química Biológica; en Sevilla la de Física (a cargo del prof. Luís Bru) y la de Química Física, etc. En la década de los 60 estas secciones dejan de pertenecer al instituto de Química Física Rocasolano pasando a depender del patronato de Alfonso X el Sabio, recibiendo a través de él las ayudas que les concedía el CSIC.
Extracto de La recuperación de la Instrumentación Científico-histórica del CSIC: Instituto de Química-Física Rocasolano.
Autores: Roberto Moreno, Ana Romero y Fernando Redrajo. (1996).
Vídeo: Innauguración del Edificio Rockefeller. Cedido por Martín Martínez Ripoll (IQFR-CSIC).